El pasado 29 de mayo, la Guardia Civil detuvo en nuestro municipio a un hombre acusado de amordazar con cinta americana a su mujer y asfixiarla cubriéndole la cabeza con una bolsa de plástico. Es el séptimo caso de violencia machista en la región madrileña desde que el marcador se puso a cero el 1 de enero de 2017. Hoy nos da su opinión Jimena Tierra.
Los días 1 y 8 de junio, el Ayuntamiento de Collado Villalba ha realizado unas jornadas formativas respecto a los aspectos legales de la violencia machista, orientadas a informar y especializar al personal sanitario en materia de violencia de género. Más charlas de concienciación. Más facilidades estatales a través de números de teléfono que no dejan rastro, pulseras con alarma, atención psicológica o jurídica, anuncios en los medios de comunicación. Más carteles que proclaman «Ni una más», «Vivas nos queremos». Más unidad. Y, sin embargo, aún es insuficiente. Porque los verdaderos problemas de la víctima se mantienen firmes: el miedo; la desesperanza; la desinformación; el síndrome de Estocolmo; la insolvencia; el retardo de la Justicia.
La literatura, en este sentido, es un arma. Tan potente que nos permite hacer una introspección sobre nosotros mismos, nos acerca a la situación hasta involucrarnos en escena, juega con nuestros sentimientos provocándonos empatía, irritabilidad, compasión, ira, tristeza. Tan poderosa que plantea dudas que instigan en nosotros la necesidad de resolver.
A lo largo de la Historia, muchos se han dado cuenta de ello provocando verdaderas catástrofes culturales: quema de bibliotecas, saqueo de museos.
Pero la literatura es un arma de doble filo. De un lado tenemos, por citar algunos, libros que invitan a reflexionar y descontaminarse de ideas preconcebidas, para mujeres que aman demasiado, manuales para mujeres maltratadas de quieren dejar de serlo, emociones que hieren, relaciones destructivas, el acoso moral —el maltrato psicológico en la vida cotidiana— o la adicción al amor. Novelas que han permanecido incólumes a lo largo de la historia, como El color púrpura (Alice Walker), Casa de muñecas (Henrik Ibsen) o El sí de las niñas (Leandro Fernández de Moratín). Concienciación para todas las edades, como La princesa que creía en los cuentos de hadas (Marcia Grad), para adolescentes, o Ni un besito a la fuerza (Mebes, Marion, Sandrock y Lydia), destinada a niños.
En contrapartida, el mal uso de la literatura genera peligro. Best sellers de los que todos hablamos, que disfrazan de amor la perversión y ocultan los problemas afectivos bajo una aparente suficiencia, conjugando el erotismo con el sadomasoquismo, presentando como algo habitual personalidades dependientes que se enganchan en relaciones adictivas, abusivas y asimétricas. Libros que invitan a pensar que una mujer puede llegar a cambiar a un hombre traumado, que necesita dominar para superar su miedo al fracaso. Obras que sostienen que el amor, no es tal, sin dolor o sufrimiento. Letras que enmascaran al maltratador como un hombre guapo, multimillonario, joven, creativo y detallista. Relaciones secretas, oscuras, celosas, que atrapan al lector manipulando su conciencia.
No es amor una relación en la que solo uno toma las decisiones y el otro se limita a aceptarlas; no lo es, si una persona entra en la propiedad privada de otra sin que esta lo permita; no lo es, si no se admite un «no» por repuesta; no es amor quedarse con una persona por compasión; no es amor normalizar (o justificar) la violencia.
De este modo, el autor se convierte en un demiurgo capaz de lograr que toda una lucha contra la violencia machista se venga abajo con un texto bien enfocado, morboso, atrayente, que exponga un mensaje confuso.
Es por ello que me gustaría recomendaros que escojáis una literatura apropiada, constructiva e informativa. Que una buena publicidad no someta vuestros pensamientos.
Horas antes del crimen en Collado Villalba, la Jefatura Superior de la Policía de Madrid confirmaba la muerte por asfixia de otra mujer, también a manos de su marido, en su piso de Ciudad Lineal…
Esta es la realidad. Lo otro, son historias.
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