Decía Henry Adams que un maestro puede dejar una huella para la eternidad… No solo en la mente de las personas, sino también en la historia de un municipio. Y así lo demuestra este nuevo capítulo de Villalbantaño, en el que junto a Enrique G. de Herreros, nos acercamos a la labor de aquellos maestros de antaño que se ocuparon de la educación de todos esos niños que forman parte del pasado, presente y futuro de Collado Villalba.
Con su permiso para este episodio vamos a recuperar el término “maestros”, nombre que me gusta mucho más que el que actualmente se usa: Profesores de educación primaria o de educación infantil. Tal vez sea por el prestigio que históricamente hemos asociado a su antes tan respetada figura en pueblos como el nuestro, quizás por añoranza de aquellos lejanos tiempos en que nos ampliaron la mente, pero lo cierto es que la palabra “maestro”, tiene para mí, unas consonancias de nobleza y alimento intelectual sin parangón. Por eso hoy voy a hablarles de la historia de esa figura en Collado Villalba, y de algunos de aquellos que se han quedado grabados en nuestra memoria local, en nuestras calles y en nuestros edificios.
Actualmente Collado Villalba cuenta con catorce colegios públicos, y sumando a los mismos los colegios privados y/o concertados, así como las escuelas Infantiles públicas, encontraremos en nuestro pueblo dos docenas de centros lectivos de dicho nivel, llegando pues a sumar los maestros de todos nuestros colegios una cifra de aproximadamente un millar de docentes.
Pero lo cierto es que este número ha crecido de una forma tan espectacular como rápida. Hace poco más de un siglo Collado Villaba contaba únicamente con tres maestros: Dos en el pueblo, maestro y maestra que educaban a nuestros niños y niñas respectivamente, por 625 pesetas al año; y una maestra en el barrio de la Estación, para la escuela incompleta de ambos sexos allí creada oficialmente en septiembre de 1.900, con una dotación de tan solo 550 pesetas. Todos los puestos con alojamiento a cargo de nuestro ayuntamiento, que en el caso de los maestros del pueblo se encontraban situadas tras donde hoy se alza el centro El Capricho. Y en el caso de la Estación adjunta al local alquilado para la escuela.
Existen razones para creer en la existencia de la figura del maestro en nuestro pueblo desde hace muchos siglos, aunque será retrocediendo poco menos de trescientos años cuando ya encontramos pruebas documentales de la presencia de un “maestro de escuela”, en nuestro pueblo en 1.751. A quien se pagaban cien ducados anuales y vivienda. Poco menos de un siglo después, en 1842, encontramos ofertada en La Gaceta dicha plaza, siendo “su dotación 1.642 reales anuales, tres carros de leña y una casa. Pero, eso sí, además de especificar donde obtuvieron su título, “deberán acreditar su buena conducta moral y adhesión a las instituciones que actualmente nos rigen”, que por entonces era el gobierno del marqués de Valdeterrazo, durante la regencia de Baldomero Espartero, por la minoría de edad de S. M. Isabel II.
Tan solo quince años después será aprobada la mayor transformación renovadora del sistema educativo en la historia de nuestro país, les hablo de la “Ley de Instrucción Pública del 9 de septiembre de 1857”, conocida como la “Ley Moyano”, por D. Claudio Moyano y Samaniego, el ministro liberal de Fomento que la presentó. Por vez primera en España se establecen los contenidos mínimos de la educación básica, la capacitación oficial de los docentes con la creación de las Escuelas Normales de Maestros -algo que hasta entonces era de tipo gremial- y la asistencia obligatoria a las escuelas (bajo multa de hasta 20 reales), para niños desde los seis a los nueve años, aunque de forma gratuita tan solo para “los niños cuyos padres, tutores o encargados no puedan pagarla… y quede acreditado mediante certificación expedida al efecto por el respectivo cura párroco y visada por el alcalde del pueblo”. Debido a dicha norma en otoño de 1.872 se abre nuestra primera escuela para niñas.
Y llegamos a 1.891 encontrándose vacantes ambas plazas de maestros en nuestro pueblo. En el mes de julio son nombrados para las mismas, Dª. Sabina de la Casa Hernando (niñas) y D. Escolástico Escobet y Ruiz (niños). Pero con el paso de los años los métodos de este último fueron volviéndose excesivamente crueles (incluso para la época) como ya les conté en mi crónica monográfica de este incidente, en septiembre del año pasado.
Y es que D. Escolástico no solo recurría a la habitual vara de fresno o a la escolar regla para que la letra “entrara” en las cabezas de sus alumnos de seis a diez años, también recurría a otros castigos como tenerles durante horas de rodillas con rocas de granito en las manos extendidas, o meterles la cabeza en un saco y colocarlos cabeza abajo. Castigos que tenían repercusiones en la salud de los pequeños alumnos, según testimonio del médico titular, el Dr. Enrique Quejido. Y todo ello motivó que los padres reaccionasen cual un nuevo FuenteOvejuna, con un plante absoluto de los niños, que acabó logrando su traslado por mediación del ministro de aquella, el Conde de Romanones, y tras un sinfín de expedientes e incluso la intervención de un escuadrón de caballería de la guardia civil, pero con los vecinos apoyados por nuestro alcalde, D. Francisco Vacas.
Pero el número de nuestros maestros siguió creciendo, y tras la creación de la escuela mixta incompleta de la Estación en 1.900, encontramos tres años después a los tres maestros titulares de Collado Villalba, Dª. Concepción Martínez, Dª. Sabina de la Casa y D. Manuel Cebrián, convocando a todos sus compañeros del partido judicial de San Lorenzo del Escorial a una reunión para organizar la Asociación de Maestros de las Escuelas públicas de la zona, “dadas las vejaciones que nuestra humilde clase sufre y la necesidad que tenemos da asociarnos todos para que, formando un solo cuerpo, trabajemos con vigor hasta conseguir, de los Gobiernos en particular y de la sociedad en general, las atenciones y recompensas a que nuestra alta misión nos hacen acreedores”. Y dicha reunión tuvo lugar el 15 de julio de 1.903, en el local de la escuela del Barrio de la Estación, creándose dicha asociación de pedagogos, que tuvo muchas y valiosas actividades.
Porque la situación de los maestros en nuestro pueblo (y en general) era bastante lastimosa, aunque no mejor que la escasez de medios con que contaban, sirvan como ejemplos de dichas cuestiones las siguientes citas de las actas de nuestro pleno. En el primer caso, referido a la falta de medios, en la del primero de marzo de 1.910 se indica: “Seguidamente se dio igualmente cuenta de un oficio del Señor Maestro de la Escuela de niños de esta villa Don Teófilo Santacana, dando cuenta de la carencia absoluta en dicha Escuela de libros papel, plumas etc. Acompañando una minuta de los que estima necesarios para poder dar enseñanza, importando cincuenta y tres pesetas cincuenta Céntimos.”
Y en lo respectivo a su escaso sueldo, en la del 10 de octubre del mismo año se indica: “Seguidamente se dio cuenta de una solicitud de Dª Concepción Martínez y Sánchez, Maestra jubilada de la Escuela pública de niñas de esta villa, durante treinta y ocho años educando a las hijas de esta localidad con el celo e interés que le han caracterizado y sin que en tan largo tiempo hayan tenido que llamarle la atención en el cumplimiento de su cargo, solicitando de la Corporación la gracia de dejarla a pasar los últimos días de su existencia en la casa que siempre vivió donde también educó una o dos generaciones hoy madres de familia y donde ha consumido todas sus energías”. Y ni que decir tiene que ambas peticiones fueron aceptadas, manteniendo el uso de la vivienda Dª Concepción, durante nueve años hasta su muerte.
E igualmente es ilustrativo del estado de nuestras escuelas la siguiente cita del acta municipal: “Se dio cuenta de un oficio del Sr. Inspector de primera enseñanza de la primera Zona de la provincia fecha 30 de Noviembre último, en que manifiesta que en la visita celebrada en el día anterior ha visto que el patio anejo de la Escuela que debería estar convertido en jardín con macetas y tiestos para la enseñanza, se hallaba convertido en un foco de suciedad y de infección: que en el acto de la visita había en dicho patio dos cerdos revolcándose en los escombros…” o aquella que indica: “Todos los Maestros han recibido una circular de la Superioridad para que desinfecte a la terminación de Clases, los locales escuelas y a tal fin solicitaban de la Corporación, Zotal u otro desinfectante para llevar a cabo aquellas operaciones”.
Aquellas clases donde los chavales estudiaban “Breves nociones de agricultura, industria y comercio” y “Nociones generales de física y de historia natural”, mientras las chicas suplían dichas asignaturas con “Labores propias de su sexo” y “Ligeras nociones de higiene doméstica” (literal).
Por aquellos años la población infantil fue incrementándose, quedando pequeña la vieja escuela del pueblo, aquel edificio situado en la Calle de la Escuela, que hoy en día aún existe, y por ello se mantuvo allí a las niñas, trasladando a los niños a un local improvisado en los bajos de aquella vieja Casa Consistorial, aquella que fue sustituida pocos años más tarde.
También el local alquilado donde se educaba a los alumnos de la Estación mostraba grandes carencias, lo que llevó a nuestras autoridades a solicitar reiteradamente la creación de nuevas plazas en nuestro pueblo, algo que se acaba consiguiendo el 26 de mayo de 1914, según Real Orden que indica que “se establezca una escuela de niños en el llamado barrio de la Estación y se transforme en elemental de niñas la de asistencia mixta que en la actualidad funciona en la misma barriada, que dé lugar la creación y el sostenimiento de una nueva plaza de maestro”. No obstante, aún tardaremos un año antes de verlo realizado, siendo el primer maestro de niños de dicho barrio D. Pedro Agustín Martínez Aldea y Martínez, quien será el primer maestro en dar clases nocturnas para adultos en la Estación, para lo cual se solicita la colocación de dos lámparas de diez bujías de alumbrado eléctrico.
En estos años es cuando comienza su abnegada labor Dª. Serafina Pérez García, vecina del pueblo que, en palabras de nuestra corporación, años después, “venía prestando un servicio digno de tenerse en cuenta, de venir ayudando a los Señores Maestros de esta localidad en la enseñanza de párvulos”. Dª. Serafina tenía un parvulario informal y pintoresco que nuestro historiador de referencia (D. Luis Antonio Vacas) describe así: “Su escuela era una mezcla de corral, arca de Noé y jardín de infancia. Solamente exigía para poder asistir a sus clases que cada niño fuera provisto de su asiento o banqueta y, previo pago de la mensualidad, no recuerdo si un real o una peseta, cualquier chiquitín podía asistir a tan pintoresca escuela, muy cerca de la Plaza de los Cuatro Caños. Allí aprendíamos las primeras letras a ritmo de soniquetes y palmetazos. La mayoría de las veces la clase se daba en el corral, debajo del emparrado, como en una academia de la Grecia clásica”. Y no será hasta dos décadas después que nuestro ayuntamiento decida reconocer su labor, otorgándole una gratificación de treinta y cinco pesetas mensuales.
En enero de 1.915 se decide inscribir a nuestras escuelas villalbinas bajo la protección del régimen de las Mutualidades Escolares (surgidas cuatro años antes, aunque de inscripción voluntaria) que debían constar en el Registro del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes. Sus objetivos eran el ahorro de primer grado a interés compuesto; la formación de dotes infantiles; la constitución de pensiones para la vejez, y cualquier otra obra de bien colectivo como cantinas, roperos, excursiones o bibliotecas. Y nuestros administradores se decidieron por la mutualidad “El Polo Norte”, representada por D. Enrique Rodríguez. Recuerden que, hace poco más de año y medio, ya les hablé del Coto forestal de Previsión escolar “Hermanos Ruiz Vernacci”, origen del Parque de las Eras y sus viejos pinos, donde hoy disfrutamos en las tardes de estío.
No mucho después llega a nuestro pueblo quien será un maestro muy querido y recordado, hasta tenemos una calle con su nombre. Les habló de D. Serafín Gómez Bonilla. D. Serafín, que todavía hoy es recordado por sus alumnos, se tituló como Maestro de primera enseñanza superior, por la Escuela Normal Central de Maestros de la capital, en verano de 1.913. Procedía de una familia humilde, ya que en enero de 1915 le encontramos excluido del servicio en filas por ser “hijo único que mantienen a su padre pobre” (según el art 89 de la ley vigente), tal vez por ello era muy consciente de su vital papel, y así al poco de incorporarse como maestro titular del Barrio de la Estación, se adhiere a la ya citada Asociación de Maestros de nuestra comarca, donde ya en 1920 es elegido secretario de su junta directiva, junta que años después presidirá, y aun llegará a ostentar el puesto de tesorero de la delegación provincial de Madrid de la misma.
Porque el Sr. Gomez-Bonilla no era un maestro al uso. Apasionado de las teorías de la Institución Libre de Enseñanza, nuestro protagonista consideraba su labor como una misión vocacional de vital importancia. Y así siguió con las clases nocturnas para adultos, e incluso, en sus vacaciones veraniegas, colaboraba con el Colegio de doctores y licenciados de Madrid dirigiendo las colonias benéficas que dicha institución pagaba a niños madrileños carentes de recursos, en el municipio costero de Isla (Cantabria). Así mismo, ya en los primeros años de la II República, colaboró decididamente en la institución y conmemoración de las “Semanas Pedagógicas”, pues a más de pedagogo entusiasta, era de ideas republicanas y socialistas.
Pero también nuestro maestro se volcó en la política local, fue concejal de nuestro pueblo durante poco menos de un lustro, entre 1.925 y 1.930 y en la corporación ostentaba la segunda tenencia de alcaldía estando su labor centrada en solventar tres grandes necesidades: lograr implantar alumbrado eléctrico en las calles de Collado Villalba; conseguir suministro de agua para el desabastecido barrio de la Estación; y la aspiración de que dicho barrio contar con unas escuelas en propiedad, ya que hasta entonces se alojaban en un edificio alquilado con excesivas carencias; así como que se construyesen nuevos edificios de escuelas en el pueblo, pues las existentes era insuficientes.
Y por sus desvelos docentes, el 5 de octubre de 1.930 se le impone la Medalla de la Mutualidad Escolar, que le había sido concedida por el Sr. ministro, D. Elías Tormo y Monzó, en acto celebrado en la plaza de la estación con la asistencia de los niños de las escuelas, presididos por sus maestros, con las Autoridades locales, padres de familia y numeroso público. Y, por cierto, el diseño de dicha condecoración era obra de nuestro vecino D. Mariano Benlliure. También fue durante años el secretario de la Junta local del censo electoral.
Pero ante todo el Sr. Gómez Bonilla fue un magnifico maestro querido y recordado, una de sus técnicas que me han elogiado era aquella que usaba para aprovechar las diferentes edades de sus pequeños alumnos (recuerden que durante mucho tiempo fue el único maestro para los niños de todas las edades de la Estación). Acostumbraba a nombrar como a una suerte de tutores a los alumnos mayores (medianamente avispados) para aquellos mas pequeños, de tal forma que reforzasen su labor lectiva. Un sistema urgido por la necesidad que sin duda tuvo muchas ventajas para los pequeños. Y como demostración de lo muy querido que era entre la población de Collado Villalba, no puedo de dejar de contarles un hecho que acredita ésta, así como el valor de su protagonista.
Como saben nuestro pueblo fue ocupado por las tropas del general Ricardo Serrador, el 28 de marzo de 1.939, tras la rendición de Madrid y toda la sierra. Ese mismo día D. Serafín, quien no hizo la guerra por su edad, es detenido como, es historia, lo fueron casi todos los maestros. Pues bien, tan solo cuatro meses después, el 31 de julio de 1.939, nuestro ayuntamiento termina el pleno de dicho día con el siguiente punto: “Se acuerda requerir a Dª. Elisa Colmenarejo Garcia para que presente en esta alcaldía el escrito que por domicilios recorría ayer, con el fin de obtener firmas a favor del detenido D. Serafín Gómez Bonilla, por ser acto realizado sin permiso de la alcaldía”. No sé si se dan cuenta del valor que había que tener, en julio de 1.939, para hacer una cuestación de firmas en favor de un maestro republicano. Como muchos de ustedes, conocí en vida a Dª. Elisa, no hace tanto que murió, y lamento no haber sabido entonces del carácter de esta Señora, con mayúsculas.
Lo cierto es que D. Serafín tenía muchos amigos, y algunos de ellos debían ser muy cercanos al ejercito vencedor, pues no mucho después es liberado, y tras el preceptivo expediente de depuración, la sanción que se le impone es mínima: pues se le reconoce como maestro de nuestro pueblo y tan solo se le inhabilita para el desempeño de cargos directivos y de confianza en Instituciones culturales y de enseñanza, como podemos leer en el Boletín Oficial del 17 de mayo de 1.941. Y así nuestro maestro aún dará clases en Collado Villalba durante algo más de una década, Y en esos años verá llegar varias novedades a la vida escolar de nuestro pueblo.
En 1.939 se verá llegar a las Hijas de la Caridad y fundar, gracias a los esfuerzos del padre Varela, el “Colegio Internado de huérfanos de la revolución y la guerra” (lo que hoy conocemos como colegio de la Santísima Trinidad). Muy poco después, a mediados de los cuarenta, asistirá a la inauguración del Grupo Escolar de la capitalidad del municipio alzándose, en el terreno donde secularmente estuvo el corral del concejo, en los edificios que todavía hoy se conservan. Allí los chicos asistirían a la escuela en lo que hoy es la Biblioteca Sancho Panza, y las chicas en el edificio que alberga el Centro Lúdico Municipal para Mayores y la sede de la Peña los Pirín, del pueblo.
El 22 de marzo de 1.949 será inaugurado el viejo grupo escolar “Carlos Ruiz”, en donde hoy se alza el Centro de Educación para Adultos “El Pontón”. Y dos años después, en diciembre de 1.951, los Hermanos Maristas solicitan la preceptiva licencia para edificar un seminario menor de dicha orden, en los terrenos que habían sido segregados de “Villa Genarito”, lo que acabará hoy siendo es el Colegio Santa María. Y ya en 1953, la fundadora de las Religiosas Misioneras de María Puerta del Cielo, adquiere “Villa Leonor”, construyendo allí lo que, tras años siendo un centro de reforma, acabará convirtiéndose en el Colegio Virgen de la Almudena, de dicha orden.
D. Serafín no alcanzará a ver mayores novedades educativas en nuestro pueblo y, años después de su muerte, nuestra corporación decide bautizar la vía que va desde la calle Cervantes, a la altura del antiguo grupo escolar, y bordeando la Sociedad El Paraíso, llega hasta la Travesía de Ignacio González, con su nombre. Por ella siguieron pasando a diario maestros y alumnos, como lo harían en el pueblo por la calle Espinarejo, a lo largo de las siguientes décadas, pero eso es ya otra historia, que prometo contarles más temprano que tarde…
*Imágenes: Plumillas de Julián Redondo; Foto principal (grupo alumnas y maestra) de Santiago Grande, foto del Centro Escolar del pueblo tomada de un NODO.