Villalbantaño: Las primeras fiestas en honor a Santiago

El día de Santiago Apóstol llega con un nuevo capítulo de Villalbantaño cargado de recuerdos y tradiciones de la festividad del Patrón de Villalba, cómo no, de la mano de nuestro vecino Don Enrique G. de Herreros que la semana pasada nos habló de las primeras fiestas de Santiago celebradas en nuestro municipio. De esto hace 77 años… ¿Saben por qué?;

Hace unos días se celebró la fiesta de uno de nuestros barrios fronterizos, Los Negrales, aquel que compartimos con el vecino Alpedrete, y que tiene por patrona a Ntra. Sra. del Carmen, advocación que también preside el templo de su parroquia, desde su segregación como tal, allá por 1.950. Y como es sabido nueve días después del Carmen, o seis semanas después de San Antonio, llega la festividad de Santiago, lanzando el chupinazo que inaugura las fiestas de nuestro patrón, Santiago Apóstol, actualmente las mayores de Collado Villalba.

Y digo “mayores” porque antiguas no son demasiado. Concretamente Santiago el Mayor es patrón de nuestro pueblo tan solo desde hace 77 años, desde julio de 1.940, y por decisión de D. Antonio Varela Verástegui, que por entonces llevaba unos meses como párroco del barrio de la estación de Collado Villalba. Hasta entonces las fiestas se celebraban en honor a la Santísima Trinidad, a cuya protección está encomendada la parroquia. Pero dado que esta es una de las festividades móviles de nuestro santoral, al celebrarse el domingo siguiente a Pentecostés, y teniendo en cuenta que dicha fecha puede situarse antes, después o solaparse, con el día de San Antonio, ello motivó dicho cambio, que nuestra corporación aceptó sin reservas.

Antonio se hizo con una imagen de Santiago Matamoros (imagen que se sustituyó en los ochenta por una de Santiago peregrino que adquirió nuestro antiguo párroco, el arcipreste D. Carlos Sainz), y el padre Varela colocó la efigie de nuestro nuevo patrón en el edificio del Paraíso, que hacía por entonces las veces de templo parroquial. Y ya encontramos en el acta del pleno celebrado el 15 de julio de 1.940, la primera referencia documentada de las fiestas de Santiago. En su punto tercero se aprobó “solicitar autorización de la Dirección Gral. de Seguridad para celebrar, en el barrio de la Estación de esta villa, corridas de novillos con motivo de la festividad de Santiago Apóstol”. Festejos taurinos que se comenzaron celebrando en el “embarcadero” de ganado bravo de los hermanos Mirete. Después, y sucesivamente, pasaron a una plaza creada para la ocasión en las cercanías de la Estación que así era descrita: “La construcción de la plaza la realizó el Mayordomo José Rodríguez con gran arte y esmero, protegido por los grandes lotes de madera que aprestaron varias empresas de la localidad, lo cual fue demostrado que con tantas corridas no se movió un solo palo”. El siguiente emplazamiento fue en terrenos de lo que hoy es Albasierra. Posteriormente estuvo muchos años ubicada en los terrenos de Los Belgas, de donde se mudó al Polígono, hasta hace un lustro que se avecindó donde en estos días la veremos: en nuestra finca La Malvaloca.

Éramos por entonces, en 1.940, un pueblo pequeño, todo Collado Villalba tenía poco más de dos mil quinientos vecinos, de los que el barrio protagonista vivirían unos mil quinientos. Y no solo éramos pocos, sino que nuestro crecimiento estaba muy limitado. Diez años después todo nuestro municipio tan solo había crecido en 800 vecinos, medio millar en la Estación. Y de entre ellos se escogían los “mayordomos de Santiago”, figura con la que el Padre Varela quiso imitar a los de San Antonio para la organización de estas fiestas, pero que no cuajó, desapareciendo pocos años después del traslado de nuestro párroco. Y así una de las últimas comisiones de mayordomos de Santiago, la de 1.951, estaba compuesta por: Hilario Talavera, Segundo Carbón, José Rodríguez, Luis Gonzalo, Antonio García Martín (mi suegro) y Antonio de Pablos.

Volvamos por un momento a las fiestas de aquel pueblito que éramos en 1.950. Así nos las contaron en el boletín parroquial “Toma y Lee” de por entonces: “Las fiestas de Santiago han estado animadísimas. Barcas, góndolas, noria, tiovivos, pim-pam-pum, gran número de diversas atracciones y mucha pólvora. Los “toritos” estuvieron muy bien de organización y de entrada. Los matadores Miguel de la Rosa, Hilario Serrano y José Barroso, demostraron en todo momento la inmensa clase de toreros que llevan dentro. La función religiosa estuvo muy concurrida. Presidió la ceremonia de la iglesia y la procesión, el ayuntamiento en pleno, presidido por D. Juan Antonio Martín Galache, acompañados por el teniente de la guardia civil, D. Gregorio Chamorro. Llevaron en andas al santo los mayordomos de la fiesta. Y queremos destacar como nota muy elogiosa el que los toreros se encontrasen presentes en estos actos religiosos y se turnasen después en la procesión con las andas de Santiago Apóstol. El partido de futbol entre el equipo local “Los Leones” contra el militar Plus Ultra, de Hoyo, ¡miau! La carrera de sacos anunciada ¡miau! Pero los fuegos artificiales estupendos. Felicitamos muy cordialmente a los mayordomos porque han sabido organizar muy bien estas fiestas. Y, en nombre de las autoridades, les enviamos unas muy sinceras gracias por las atenciones que supieron dispensarles en todo momento”.

Y las palabras “y mucha pólvora” nos conducen a una de las mayores pasiones festivas de los villalbinos: los fuegos artificiales. Hace cerca de un siglo que culminan el programa, pero en todos estos años han tenido cinco localizaciones diferentes: la plaza de la Estación, la cuesta de Morón, el campo de fútbol, el parque de las bombas y, actualmente, la Laguna del Carrizal. Siempre con mucho éxito, hay pocas cosas que nos guste más en fiestas a los villalbinos que soltar unos repetidos ¡Ohhh! mientras vemos las destrezas pirotécnicas de cada año irse borrando en el cielo hasta el año siguiente. Ya saben “los fuegos artificiales, estupendos” es uno de los epítetos más buscados por los organizadores de nuestras fiestas.

Les hablo de unos tiempos cuando la vida era difícil, y no solo porque deberemos esperar hasta 1.952 para la desaparición de las cartillas de racionamiento. Les voy a plasmar estas dificultades en dos imágenes de la época reveladoras: “Por la noche (nos cuenta) estaba anunciada otra verbena, no pudiendo empezar el baile hasta muy tarde, motivado a la falta de fluido eléctrico, que ocasionó grandes pérdidas a la comisión; pero no por eso la Compañía ha perdonado el gasto de fluido”. “El último día de las fiestas, como se tenía ofrecido, se procedió a la preparación de la comida para los pobres, que fue preparada y servida por los mayordomos. La comida se dio a las dos de la tarde y fue presidida por el señor Párroco y el alcalde de la localidad, a la que acudieron bastantes pobres de la Villa. Consistió en un buen plato de carne en salsa con patatas en abundancia y a repetir, con carne de uno de los becerros lidiados, naranjas de postre, dos barras de pan por persona, que fueron fabricadas con la harina que el simpático joven don Pedro López donó para dicha comida y que el señor Carretero, administrador de la Panificadora, nos fabricó con gran esmero, y una copita de anís para los pobres, con su correspondiente vino y café que tuvieron el gusto de donar los industriales del Bar Norte y Bodega del Puente. La comida fue amenizada por la “Banda Alcázar”.

Aquellas fiestas que se celebraban en la Plaza de la Estación, plaza que era “un hormiguero humano”. Allí, en aquel pequeño recinto donde al entrar lo primero que encontrabas era: “al tío Galones con la chaqueta blanca y la cesta, vendiendo gambas y quisquillas. Luces y pitos, humo de churros y globos, gorritos y garrotas, quitasoles y abanicos, almendras y pasteles, moscas y polvo, sudor y cachivaches de verbena, toda la plaza y alrededores un gigantesco babel.” Así nos los recordaba Luis Antonio Vacas hace algunas décadas. ¿No se sienten transportados, en tiempo y lugar, con esta poética descripción? Aquel pueblo que acababa de estrenar la figura del guardia municipal, ¡el cabo Mendoza! D. José María Mendoza Cejudo, que se incorporó el 16 de julio de 1.950.

Cuando nuestro escurialense y aristócrata vecino, Carlos Pérez-Seoane y Cullen, III Duque de Pinohermoso, regalaba a los villalbinos algunas reses para los festejos. Algo que hacía para corresponder a estos por sus intervenciones en todos los conatos de incendios en sus tierras, que los vecinos apagaban más o menos voluntariamente. Y sus novillos, como afamado rejoneador que era, los traía hasta el coso acompañándolos a caballo por el Cordel de Valladolid desde su finca, escoltado de una cuadrilla de sus garrochistas. ¿Se imaginan la escena en la actual C/ Batalla de Bailén, pasando dicha comitiva frente de nuestra biblioteca? E incluso en ocasiones lucía su arte ante los vecinos.

Todavía una década después, ya en 1960, el duque nos regalaba reses y nuestro pequeño ferial seguía en la Plaza de la Estación. Cuando ya éramos pocos más de cinco mil y nuestro alcalde era un jovencísimo Mariano Martín Torrejón (quien seguirá siendo concejal todavía en 1.987). Como les digo toda la fiesta se montaba dentro de dicha plaza y en sus alrededores. Y de aquellos últimos años en su primitiva ubicación, D. Ángel Peña nos cuenta como se montaban las barcas “La Ola”, Los caballitos del Richard (que eran manuales), el tiro al blanco de Jesusín y la tómbola parroquial y la de los Cachichi (con su ansiado sorteo del cajón sorpresa). También nos describe como en el centro de la plaza se hacía una tarima donde los músicos se subían a tocar; y como los fuegos se tiraban en la misma plaza. Pero ya el final de la década de los sesenta coincidiría con el de este primer emplazamiento de nuestras fiestas de Santiago.

El segundo emplazamiento de nuestro ferial sería el más breve, tan solo durará desde el citado cambio de década hasta comienzos del segundo lustro de los años setenta: poco más de media década. En esos años nuestras fiestas de Santiago tenían por sede las aceras de la Av. Honorio Lozano, así como la Plaza de España y zonas aledañas, entre otras donde hoy se yergue Albasierra. Y precisamente en el ABC de las fiestas de 1.971 encontramos la publicidad de esta, entonces futura, urbanización, con su eslogan que no me resisto a repetirles. Decía así: “Plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo en Albasierra, ciudad residencial, Collado Villalba”.

De las atracciones de esta época recuerdo, entre otras, los coches de choque de Loranca, el tiro al blanco de Bolonio, o la tómbola de los Pastrana (una de cuyas hijas, Rosalía, jugaba al baloncesto con mi hermana pequeña). Son ya los años de esplendor de las actuaciones en la piscina club “Delfe” y en la Bolera, que competían con las que traía el ayuntamiento. Como la orquesta Vibración, con Angel Peña, a cuyos sones se bailaba en la pista de baloncesto que allí había. Época en la que en lo alto de cuesta de Morón se soltaba un “toro de fuego” que bajaba por la citada avenida entre en el terror regocijado de nuestros vecinos.

Pero coincidiendo con el comienzo de la transición se inauguraba el flamante parque ferial de la dehesa, en lo que hoy es la Ciudad Deportiva. Cuatro largas dobles hileras de atracciones de todo tipo, separadas por tres paseos que iban desde la calle del Comandante Terrón hasta el parque de bomberos. Y en sus inicios allí hubo durante unos cuantos años también bailes. Pero, aunque el ferial se alejó, la fiesta no. Ya que las peñas seguían montando sus propias celebraciones en sus céntricos locales, ya fuera la Peña del Paraíso (nacida entonces, en 1978), que se divertía y lo sigue haciendo en el patio de su Centro Cultural y Recreativo, de la calle Cervantes; ya la Peña Campera (creada en 1.971), que se trasladaba de aquella antigua pequeña sede, que tenía salida a la calle de la Venta, para aposentarse en el terreno donde años después crecería el edificio “Canguro”.

Y en esto llegaron las elecciones de 1.979 y la primera corporación democrática. Con muy pocos medios y mucha imaginación ésta se volcó en las fiestas. Desde el primer día popular de la bicicleta que organizó D. Luis Benito con la colaboración de los Hijos de Víctor Gil y la aportación de un fallecido vecino que nos aseguraba el apoyo de unos conocidos grandes almacenes, pasando por la creación de los premios de embellecimiento de calles, idea de Pispa, el primero de los cuales se llevó la calle Piedrahita, hasta llegar a la manifestación del deporte popular que se inventó mi amigo Goyo. Sin olvidar aquella primera exposición y concurso de fotografía y artes plásticas que ganaron José Luis Álvarez y Jean Claude Mennier en fotografía, y Julián Redondo ¿quién si no? en artes plásticas.

Cinco años pasaron hasta otras fiestas en las que me voy a detener. En 1.984 Carlos Julio ya llevaba un lustro como alcalde y nuestro concejal de festejos era mi amigo Benjamín de Diego. Nuestro pueblo acababa de inaugurar su pabellón cubierto, el actual Quique Blas, y Collado Villalba andaba ilusionada con la idea de que su club de baloncesto jugaría allí en la máxima categoría, a partir de septiembre. En aquellas fiestas de Santiago se inauguró la primera feria del libro de Collado Villalba, y el mismo día, el lunes 23, al mismo tiempo, en el parquecillo de la intersección de Batalla de Bailén con la calle de la Venta, se desarrollaba una partida de ajedrez viviente. Al día siguiente un globo aerostático subía y bajaba chavales divertidísimos en el campo de futbol de la ciudad deportiva. Aún recuerdo los apuros de la pareja de policías, Andrés y Bernardo, que ponían orden entre la turbamulta de pequeños candidatos a pilotos de Aerostación… Mientras, en la discoteca Botticelli se llevaba a cabo una mesa redonda sobre las motivaciones del teatro contemporáneo, cuyos ponentes acabaron la noche en el restaurante Casa Arturo. Y tres días después se celebró un homenaje a Javier Peñas Navarro, joven poeta villalbino que había ganado el último Premio Adonáis.

En aquellas fiestas tuvimos un pregonero de excepción: el alcalde de Madrid, D. Enrique Tierno Galván. Igualmente disfrutamos de artistas tan variopintos como reconocidos, desde Martes y trece hasta Gabinete Caligari, desde Luis Eduardo Aute hasta Pedro Ruiz, entre otros muchos. Eran los tiempos en que los pasacalles estaban integrados por cuatro peñas que eran cinco: La Campera (masculina y femenina), El Paraíso, San José y la Redondera, aquella desaparecida peña del pueblo. Y de los festejos taurinos quiero destacar la participación de nuestro joven maestro local, Julio Atienza, que murió demasiado pronto. Y llama la atención tan completo programa en aquel pueblo de poco más de veinte mil habitantes y sin demasiados fondos en sus arcas. Por cierto, de los toros se aprovechaba todo, son los años de aquella reparadora caldereta, repartida en Los Belgas cuando el día despuntaba.

El tiempo pasa, y nuestro ferial de la dehesa no llegará a cumplir las tres décadas de vida, así en 2.006, ya los puestos y atracciones de nuestras fiestas patronales se trasladaron a su situación actual, en el parque ferial vecino de la Cruz Roja, en el barrio de Los Valles. Y allí también se trasladaron las carpas de copas nocturnas, que si embargo un lustro después se asentarán en el pinar existente frente a La Venta, camino de Planetocio. También el pregón cambio de sede últimamente y durante poco más de una década, para regresar a la tradicional Plaza de la Estación hace dos años.

Pero no es ya posible hablar de las fiestas de Santiago, sin mencionar el festival Granito Rock que ya prepara su decimoséptima edición. Comenzó siendo un certamen independiente dentro de las fiestas, los años del parque de las bombas, para acabar incorporado como la parte más importante, e indispensable, del programa oficial que se celebra en los Belgas, con sus largas horas de frenético rock y sus enlutados seguidores. Es sin duda una demostración de la capacidad de gestión de un grupo de incansables vecinos que consiguen magníficos resultados.

Y otra de las señas de identidad de nuestras fiestas es que terminan siempre de la misma forma: el último día (este año el martes 25) a la salida de los toros, las peñas formadas con sus bandas, y seguidas de cuanto vecino quiera, se pasean por la calle Real a los sones del tradicional “Pobre de mí, pobre de mí, que ya se acaban las fiestas de Santiaguiiin”, haciendo un largo calderón con la “i”. Después, llegando a la plaza de la Estación se despide la concentración para acudir, rápido, corriendo, al último acto de las fiestas de nuestro pueblo: los sacrosantos fuegos, de los que ya les hablé.

Villalbinos, disfruten de las fiestas, ¡que son literalmente poco más de cuatro días! Acudan al pregón, brinden con los amigos en los bares de nuestro pueblo, mientras acompañan a los pasacalles, diviértanse en la plaza, las peñas o las barras, suban al ferial o a los Belgas, y acérquense a los toros o a los encierros, si es de su gusto. Acuérdense de honrar a nuestro patrón en la misa mayor y la procesión del Santo en su día, el martes 25. Y concluyan ese día mojándose y desgañitándose en el “pobre de mí”, y asombrándose con los fuegos. Felices fiestas, ante todo, diviértanse con sus amigos y vecinos: Los vecinos de Collado Villalba…

Y hoy solo me cabe despedirme gritando: ¡¡¡Villalbinos, viva Santiago Apóstol!!!

 

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