Villalbinos por el Mundo: Helena

Hoy presentamos a nuestra protagonista con una sonrisa en la cara, contagiados con su energía, su coraje y su ilusión… Una aventurera de la vida, capaz de pintar cualquier rincón de colores, que ha llevado sus andanzas hasta Tours (Francia), con su familia como bandera, el arte como lenguaje y la positividad como doctrina. Porque con villalbinos como ella por el mundo, el mundo es más bello… 

Sí, es cierto todo aquello que decían en programas como “Españoles por el mundo”: Echo de menos el jamón, las persianas y los aperitivos en los bares. Aunque también es cierto, que a todo se acostumbra uno.

Villalbinos por el Mundo - HelenaLlegué a Tours (Francia) hace casi un año sin saber decir ni una palabra en el idioma vecino, excepto la frase que todos sabemos gracias a la canción de Lady Mermelade “voulez-vous coucher avec moi c’est soire?” y esperando que hubiera algún buen pretexto para poder demostrar lo bien aprendida y pronunciada que la traía de casa.

Además de una frase bien aprendida, llegué aquí con mi hijo de seis años, un coche viejo lleno de maletas, unos botes de fabada (nunca se sabe), una mente llena de ilusiones y esperanza, una boda por organizar y una sonrisa de oreja a oreja.

Extraña combinación, ¿no?

Lo primero que perdí fueron las ganas de organizar la boda. El que era mi pareja por aquel entonces resultó ser un cretino integral (es aquí cuando sale la vocecilla de mi madre en mi cabeza diciendo “Te lo dije!!!”) ¿A quién se le ocurre aceptar una propuesta de matrimonio sin haber convivido antes? Ah, si… ¡A mí!

Afortunadamente empecé a trabajar al poco tiempo de llegar a esta preciosa ciudad, por lo que cuando me quedé sin boda, pareja ni un sitio en el que vivir, pude encontrar un apartamento en el que poder quedarme con mi hijo. Así que para celebrarlo abrimos esas latas de fabada que nos acompañaron en el viaje… (Segunda cosa perdida).

Como mi aburridísimo trabajo no daba para mucho, tuve la gran suerte de encontrarme en el súper de mi nuevo barrio a la que sería mi alumna de español, conectamos enseguida y empecé a ir una vez por semana para darle clases.

Pero un día, de camino a su casa, lo que en España sería un “golpecito en el coche, damos parte, y listo”, aquí se convirtió en “Mira guapa, tu coche y tu seguro son españoles y al ser una tramitación internacional, lo mejor será que pagues el arreglo de tu bolsillo, y ya si eso, te lo vamos devolviendo al año que viene” (Tercera cosa medio perdida)

Villalbinos por el Mundo - HelenaComo todavía me quedaba mi hijo, las ilusiones y esperanzas y la sonrisa de oreja a oreja, pensé que tenía que buscarme una manera de conseguir más ingresos haciendo algo que me motivara. ¿Y cuál fue la solución? ¡Bailar flamenco!

No es que yo sea una bailaora profesional, ni mucho menos, pero las sevillanas que se aprendieron en el cole son muy socorridas en estos casos. Contacté con toda mi reciente red de amistades francesas y conseguí dar algunos talleres en asociaciones e institutos. Una experiencia formidable, la verdad.

Además aquí he descubierto la motivación para embarcarme en proyectos un poco más artísticos como “Los cuentos flamencos”. Hace años que escribo cuentos para adultos, pero nunca había sabido muy bien qué hacer con ellos, hasta que conocí a mi amigo Olivier, informático de profesión y guitarrista flamenco de vocación… Se nos ocurrió la idea de grabar las narraciones tocando los distintos palos del flamenco de fondo: Taranto, tangos, alegrías, etc., sin la mayor intención que disfrutar del momento y dejar fluir la imaginación.

¿Qué idea se me ocurrirá el mes que viene? ¿Cursillo intensivo de mus? ¿Taller de sangría y rebujito? ¿Clases particulares de tapas españolas? Poco importa, la verdad. Puede que en este camino que llevamos andando mi hijo y yo desde hace casi un año, perdiera algunas cosas, pero realmente he ganado mucho más…

TunaMi hijo habla francés a la perfección (de hecho es él quien me corrige en la pronunciación), he conocido a gente maravillosa, he recibido ayuda de quien menos podría imaginar, me han tendido la mano cuando he estado a punto de caer, he puesto a prueba mis límites y he sabido afrontar todas las dificultades.

Puede que efectivamente eche de menos el jamón serrano, bajar las persianas por la noche o irme de cañas a medio día y terminar en “El Límite” suplicando por un perrito caliente, pero verdaderamente adoro esta ciudad, sus calles medievales, sus chiringuitos de rio, los castillos, el vino, el queso, la (en ocasiones un tanto exagerada) amabilidad de las personas, las puestas de sol desde la orilla de La Loira…

Al final la vida va y viene, ganamos y perdemos y volvemos a ganar, pero lo que nunca podrán arrebatarnos será la ilusión, la esperanza y la sonrisa de oreja a oreja.

 

 

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