En plena Semana Santa, vuelve Villalbantaño con nuevas historias de la Semana Santa villalbina , sus tradiciones y costumbres. Cómo no, de la mano de Enrique G. de Herreros… ¡Feliz Semana Santa vecinos!
Como saben, ya estamos en plena Semana Santa, y sobre la costumbre de estas fechas en nuestro pueblo voy a hablarles hoy. Pero citar la historia de la Semana Santa en Collado Villalba nos lleva necesariamente a la Peña Redondera. Ya que la tradición, desde tiempos inmemoriales, establece que debemos ir a merendar en los campos que todavía la rodean (tierras que la familia de mi mujer conocía muy bien), la tarde del lunes de Pascua.
Pero lo que derivó en una merienda festiva y familiar no siempre tuvo ese carácter. Como nos cuenta nuestro insustituible D. Luis Antonio Vacas, primitivamente dicha merienda era una fiesta de solteros, y organizada por las mozas de nuestro pueblo. Realmente se trataba de la devolución de la invitación a cenar que los mozos les habían hecho a ellas en la “Fiesta de los gallos”, allá por carnaval (pero esta es ya otra historia que les contaré).
Lo cierto es que ya hace mucho tiempo que este evento se había convertido en una merienda familiar popular, donde se reunía la mayoría del vecindario del pueblo. Donde se comían tortillas y chuletas, que se acompañaban con hogazas de pan y se bajaban con la tradicional limonada, y todo ello se consumía en los prados de la Peña Redondera, armonizados ocasionalmente por un pito y un tamboril, al son de los cuales la fiesta concluía en baile hasta hora tardía.
Creo que yo subí por primera vez el 12 de abril de 1.971, tres días después de cumplir doce años y cuando tan solo llevábamos unos meses en Collado Villalba. Provistos de nuestros panes preñados de chorizo, que mi madre nos había comprado en Casa Serafín, estuvimos allí disfrutando de la fiesta y los campos de la zona. Y lo hicimos aconsejados por D. Angel, el anterior párroco del pueblo. Uno de los “culpables” de que mi familia decidiese vivir aquí.
Después la tradición mandaba que se celebrase el baile en El Capricho. Recuerden que, cuando se entregó dicho salón a nuestro ayuntamiento, el 2 de junio de 1.990, la única condición fue que se abriera obligatoriamente en tres fechas: por Reyes, San Blas y el lunes de la Peña Redondera. Y allí íbamos a escuchar, mas que a bailar por la edad, los sones del típico Rondón.
Esta tradición ha tenido sus altos y bajos, como muchas otras que se mantienen o han desaparecido. Y probablemente le debemos a los vecinos del pueblo, de nuestro casco histórico, su supervivencia, pese a la edificación de gran parte de aquellos prados. Sin duda a la labor de los viejos villalbinos que integraron la desaparecida sociedad “Peña Redondera”, y la de aquellos que hoy en día componen la Cofradía de San Blas, aquella que fundó el desaparecido D. Marcelo Rodriguez “El Titi”, la sociedad que protagoniza su celebración. Todos ellos tienen mucho que ver con que el lunes próximo podamos seguir subiendo a merendar como antaño.
A lo que por cierto les invito. No lo olviden, el próximo diecisiete del presente, desde las cinco de la tarde merendaremos (no olviden llevar la suya) en las cercanías de la Peña Redondera ( se llega por la calle Camino Gordo-El Peñote, dirección Fuente-Pizarro) para después bajar a bailar, y redondear la merienda con los churros y el chocolate a los que nos invita, a partir de las ocho, la citada cofradía en el Salón El Capricho.
Pero lo cierto es que he comenzado estas fechas por el final, y esto no suele ser buen proceder. Invirtiendo el orden, la Semana Santa comienza como es sabido el Domingo de Ramos, cuando tiene lugar la bendición de las palmas. Palmas que, como les conté hace un par de semanas, tradicionalmente compraba nuestro ayuntamiento para los vecinos hace un siglo. Y es la misa mayor de este domingo, junto al tradicional Viacrucis, la iniciación de los oficios religiosos de estas fechas. Celebración que no ha cambiados en su liturgia, pero si en su significación en nuestra sociedad, a lo largo de los años.
Y creo que no comenzaré con la amenaza que D. Policarpo Valcárcel, el párroco de Nuestra Sra. del Enebral, formuló hace 175 años, junto a seis colegas de la zona. Nuestro párroco amenazó al Presidente de la Diputación Provincial con: “verse en la escandalosa necesidad de cerrar sus iglesias, y dedicarse a otro oficio que les proporcione el sustento.” Si no se les pagaba el lustro de retrasos que sufría su salario, cinco días antes del Domingo de Ramos de 1.842. Pero creo que avanzaré algo más en el calendario.
Y por ello les paso a leer cual fue el programa litúrgico de la parroquia de la Estación hace 65 años, para que se hagan una idea sobre como la religiosidad de estas fechas impregnaba (y lo haría todavía durante décadas) absolutamente todo. Desde emisiones religiosas o de música sacra en radio, hasta películas piadosas o la retransmisión de oficios y procesiones como único menú televisivo. Y eso por no indicar la obligada programación de cines y teatros en esta semana. Así como también la dieta que establecía el ayuno o abstinencia, e incluso la vestimenta. Pero no olvidemos la golosa obligación de estas fechas, las estupendas torrijas.
Como les digo, el padre Antonio Varela programó para la Semana Santa de 1.952 la siguiente agenda litúrgica, desde el 5 al 12 de abril.
Domingo de Ramos – Misas a las 8 y media, a las 10 y a las 12. Bendición de Ramos a las 12. Ejercicio eucarístico, rosario y viacrucis a las 4 de la tarde.
Lunes y Martes Santo – Misa a las 9. Preparación de Semana Santa para señoras y señoritas de Acción Católica, a las 4. Preparación para hombres y jóvenes de Acción Católica a las 8 y media de la tarde. Rosario y Viacrucis a las 6 y media.
Miércoles Santo – Misa a las 9. Rosario y Viacrucis a las 6 y media. Confesiones de 4 a 10 de la noche.
Jueves Santo – Confesiones y comuniones desde las seis de la mañana hasta las 11. Misa a las 11. Lavatorio a las 5 de la tarde. Viacrucis predicado a las 6. Hora santa a las 10 de la noche.
Viernes Santo – Oficios a las 11 de la mañana. Viacrucis predicado para mujeres a las 5 de la tarde. Viacrucis solo para hombres a las 8 y media. Día de ayuno.
Sábado Santo.– Oficios a las 10 y media de la noche. Misa de vigilia pascual a las 12 de lo noche. Confesiones de 4 a 9 de la noche.
Domingo de Resurrección – Misas a las 9 y a las 12. Confesiones y comuniones desde las seis de la mañana.
Y el Sr. párroco nos hacia las siguientes recomendaciones y advertencias: Que los oficios de Sábado Santo son muy emocionantes, y que procuren los asistentes llevar vela. Que las velas para el monumento había que entregarlas desde el martes al miércoles a medio día en la sacristía o el colegio de huérfanos. Que los Hermanos de la Real Cofradía del Santísimo, los miembros de Acción Católica y del apostolado de oración, así como el resto de los voluntarios para velar en el templo, tengan mucha puntualidad en sus turnos, sobre todo en los nocturnos. Y, por último, que aquellos vecinos que aún no hayan hecho el cumplimiento pascual recuerden que son muy buenos días el jueves santo y el domingo de resurrección, no lo vayan retrasando.
Porque esto del precepto pascual (confesar y comulgar en tiempo de Pascua) lo llevaba nuestro párroco con una estricta disciplina militar (recuerdo de sus tiempos como “pater” de los requetés carlistas navarros). Y sobre todos los habitantes de su parroquia, y así en el citado boletín parroquial “Toma y Lee”, podemos enterarnos de que “Llevan ya hecho el cumplimiento pascual 430 hombres, 520 mujeres, 171 jóvenes y 198 niños; pero sobre todos hay que destacar la admirable ejemplaridad de los ferroviarios, que con tanta solicitud buscan los huecos libres de servicio para confesar y comulgar. Entre los rezagados y enfermos faltan aún más de 250 personas, así como los de primera comunión. ¡Háganlo cuanto antes!” Como ven el seguimiento era absolutamente matemático y no cabían excusas.
Pues bueno era el padre Varela, ¡como para que uno de los habitantes del barrio de la Estación le indicase su fe budista o presbiteriana! Porque lo cierto es que, siendo un sacerdote muy querido y que hizo mucho por nuestro pueblo, en la misma época, el otro párroco villalbino, D. Eugenio, de Ntra. Sra. del Enebral, hombre con fama de ascético, caritativo y prudente, llevaba de muy otra forma su parroquia. Menos matemática sin duda, si bien su voz tenía gran autoridad en el pueblo. En aquellos años el párroco de una pequeña población tenía un dominio social indiscutible
Pero avanzando a fechas más cercanas, a comienzos de los setenta, en aquellos tiempos ya contábamos con una impresionante procesión de viacrucis por las calles de la Estación. El párroco, D. Mariano, la dirigía entre los dos templos que por entonces tenía su parroquia, de la Iglesia de la Virgen del Camino al antiguo templo de la Santísima Trinidad, celebrándose en la noche del Viernes Santo por los villalbinos portando las antorchas tras la cruz.
Recuerdo que era la época de los retiros de Semana Santa, cuando estudiantes del Instituto Jaime Ferrán acudíamos a aquellos ejercicios espirituales que organizaba alguno de los profesores de religión. Consistían en convivencias de lunes a miércoles, que se celebraban en residencias (en la mayoría de los casos propiedad de órdenes religiosas) de la sierra, recuerdo haber ido a Los Molinos y Tablada en 1973 y 74. Allí teníamos marchas o ejercicio físico en las mañanas, y charlas en las tardes, esperando la aventura de aquellas noches con los amigos. Aventuras inocentes donde ni alcohol había por entonces.
Luego ya en sexto y en COU, en mi caso 1975 y 1976, parte de la Semana Santa solía aprovecharse para los viajes de fin de curso que se realizaban ambos años. Y en esos viajes aprendí la belleza de algunas procesiones. Pues en el viaje de COU, que fue a Galicia, paramos a la ida y a la vuelta en Valladolid y León, y asistimos a sus impresionantes pasos por las calles de ambas capitales. Desde entonces he tenido afición a verlas allá donde estuviera en dichas fechas. Quizás por la conexión involuntaria con aquellos viajes que disfruté mucho.
Y, en la víspera del Domingo de Ramos de 1.976, podemos encontrar a nuestro último alcalde franquista, D. José Sanmartín Carrasco, (quien también fue diputado provincial de la extinta Diputación) confesando sus penas a Isabel Montejano, aquella periodista del ABC que durante muchos años se ocupó de nosotros. Y se trata de una descripción lamentable, aunque algunos males nos resulten muy familiares. Comienza indicando que ya nos habíamos convertido en una ciudad dormitorio de 10.000 habitantes censados, aunque residan el doble y en vacaciones el cuádruple. Qué del último urbanismo mejor no hablar porque se ha ganado un cero.
Y la primera pregunta seguro que les suena: “Señor alcalde: comencemos por el río. Lleno de basuras, con ratas que se pasean tranquilamente por allí y, en cuanto aprieta el calor, con malos olores”. Y nuestro antiguo alcalde acabó la entrevista con unas palabras que me resultan particularmente familiares: “Le ruego haga constar que a pesar del cero en urbanismo, tenemos buena voluntad y deseos de hacer un Collado Villalba grato a todos”. ¡Y de esto hace 41 años!
Y las Semanas Santas de estos años también nos ofrecieron emociones de todo tipo. ¿Quién de cierta edad no se acuerda de dónde estaba en la tarde de aquel 9 de abril de 1.977? Sábado Santo de hace cuarenta años, cuando, poco después de las siete de la tarde, televisión interrumpió su emisión para dar a conocer que el Partido Comunista de España había quedado legalizado. Eran los años de la transición, cuando como reacción a la pasada época, la sociedad española decidió secularizar en lo posible estas fechas festivas.
Después volvió, poco a poco, pero con fuerza, el gusto por las tradiciones sacras, se fuese o no creyente. Y casi todos los municipios se volcaron en apoyar las procesiones y otros actos tradicionales de estas fechas. En Collado Villalba teníamos (al margen de la citada merienda) los viacrucis, que por entonces en casi todos los casos se habían convertido en ceremonias que se celebraban dentro de los templos. Hasta que, en 2.005, el titular de la flamante parroquia de la Virgen del Camino (parroquia que tenía escasamente dos años de vida como tal) reunió a un grupo de sus fieles en una cena, y decidieron crear una Cofradía que sacase un paso en procesión en Semana Santa.
Y así surgió la Cofradía del Santísimo Cristo del Buen Camino. Que desde que lograron hacer realidad su sueño, al año siguiente, han salido a las calles de Collado Villalba todos los Jueves Santos (o casi, recuerdo al menos un año en que la lluvia lo impidió). El Paso que se lleva en andas por los cófrades no es excesivamente grande, pero en todo caso es mucho mayor de lo que D. José Paz, el arquitecto municipal que diseñó el citado templo, imaginó nunca que tendría que salir por las puertas del mismo, cuando allá por 1967 las proyectó.
Ello obliga a comenzar la procesión sacando al Cristo de rodillas, ya que es imposible hacerlo de otra forma. Y éste es probablemente el momento más impresionante de las más de tres horas que dura su exposición y recorrido por las calles de nuestro pueblo. Dada mi ya mencionada afición, acostumbro a asistir a la salida citada todos los años, y a acompañar la procesión al menos hasta su llegada a la actual ermita de Santiago. Ya que, aunque mis ideas religiosas difieren sustancialmente de las de D. Roberto, miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, entiendo que eso no es óbice para no respetar y apoyar a los cófrades, cuya fe comparto, en su manifestación religiosa, y además de que el Teniente Hermano Mayor de la Cofradía es mi cuñado.
Y más o menos también a comienzos de este siglo, los seculares viacrucis han vuelto a salir de los templos para celebrarse procesionando por las calles de cada una de las parroquias o por todo nuestro municipio. Y así en los próximos días podremos asistir, también, a las dos procesiones viacrucis del Viernes Santo. Tanto a la de toda la iglesia villalbina, que comenzará a las 11 y media en la Iglesia de Ntra. Sra. del Enebral para acabar en la de la Santísima Trinidad sobre las dos y cuarto de la tarde, como a la que se celebrará en las calles del casco histórico a partir de las seis menos cuarto de esa tarde de Viernes Santo.
Pero la Semana Santa culmina el Domingo de Resurrección, la mayor festividad y el misterio de la esperanza para los católicos, así como el último de estos días feriados para todos. Salvo para los estudiantes que siempre tuvieron vacaciones el lunes de Pascua. Y de ahí que subir a la Peña Redondera siempre me causaba una sensación agridulce cuando era joven. Pues si bien era una tarde divertida, también era la irremediable señal de que al día siguiente había que ir a clase.
Y aquí me despido por hoy, pero recuerden, les espero el jueves en la puerta de la Virgen del Camino, y el lunes en la Peña Redondera. Pero ese mismo lunes, en la mañana, se lo recordaré desde estas “Historias de Aquí”.
*El autor de las fotos de este artículo es nuestro vecino Jose María Simón… ¡Gracias por prestarnos tu arte!