El nuevo episodio de “Villalbinos por el Mundo” llega cargado de lecciones. Y es que, aunque para todos es duro dejar su lugar, a veces es la única opción… y ese es el caso de nuestro protagonista de hoy. Viajamos con él a Bristol, dónde llegó sólo con una maleta llena de coraje, valentía y algo de miedo… Gracias a su experiencia, hoy Jorge es un hombre nuevo y, aunque está de vuelta en Villalba, espera impaciente su próximo destino.
Mi vida en Villalba se fue convirtiendo en una destructiva rutina que se aferró a mi casi sin darme cuenta. Del trabajo a casa y de casa al trabajo, alejándome de la gente que me quiere… Mucho trabajo, poco dinero, pocas opciones. Fui cayendo en una fría monotonía, hasta que me di cuenta de que necesitaba un cambio en mi vida, un cambio tanto interior como laboralmente, un cambio radical… ¡Y lo necesitaba ya!
Dejé incluso de apreciarme a mí mismo, de quererme y valorarme. Fue entonces cuando vino a mi cabeza la idea de irme de aquí, de irme lejos, quizás a otro país. Tenía unos primos viviendo en Bristol desde hace unos meses y me vendría genial su apoyo en mis primeros pasos en el extranjero. Entonces decidí echarle valor y partir a esa isla llamada Reino Unido.
No tenía muchos ahorros y, por supuesto, ni papa de inglés, pero en esta vida “el que no arriesga no gana” y yo, más bien, tenía poco que perder. Así que la decisión estaba tomada, al acabar el verano empezaría mi nueva vida. Sólo me faltaba concretar una fecha y comprarme mi billete, sin vuelta. Así me costaría más echar marcha atrás en caso de arrepentimiento…
Iba en el avión con una extraña sensación entre miedo y felicidad. A mi llegada a Bristol lo primero que me encontré fue con la persona que me vino a buscar, una chica que con el paso del tiempo se convertiría en mi gran amiga, con la que cogí una confianza digna de apreciar. Desde aquí le mando un saludo, ¡gracias Amaranta! Ella me acompañó hasta el Hostel donde pasaría los próximos cuatro meses de mi vida.
Me encontré con una ciudad nueva para mí, con un clima diferente, unas personas diferentes, una gastronomía diferente, calles, edificios… Vamos, una ciudad para explorar. Empezaba mi aventura.
Los comienzos fueron durísimos, supongo que como para todos los que dejan su lugar. Echaba de menos a mi familia, a mis amigos, a mi amada sobrina, que era mi luz en Villalba…. Echaba de menos nuestros platos, nuestro tiempo, nuestros horarios, nuestras costumbres. Pero me acompañaba una chispa de alegría al estar haciendo lo que decidí, con algo de temor, pero orgullosos de mí mismo. Además tenía allí a mis primos, Sara e Iván que me ayudaron y facilitaron mucho mi adaptación.
Lo peor de mi experiencia fueron los meses que viví en el Hostel. El trato recibido, la higiene e instalaciones dejaban mucho que desear, y más por el dinero que pedían (90 libras/semana) por compartir habitación con 16 personas más. Acostumbrado a vivir sólo, fue difícil de digerir…
Por suerte, al poco de mi estancia allí, conocí a un cordobés, Juan, con el que congenié desde el principio y con el paso de los días conseguimos alquilar una habitación para nosotros dos.
Fueron unos días algo menos amargos, pero poco duró lo bueno en el hostel. Juan volvió a Córdoba y yo no quería estar solo. Con esa soledad, la higiene y el olor de ese lugar, no me quedó otra que trazar un plan para huir de allí.
Mi situación coincidió con que mis primos querían dejar el piso compartido en el que vivían, así que hablamos y empezamos a buscar un hogar para los tres adaptado a nuestras necesidades y a nuestro bolsillo.
Pronto encontramos un bonito apartamento a las afueras de Bristol, en el bohemio barrio de Lawrence Hill, que cumplía nuestros requisitos. Nos instalamos y fue entonces cuando empecé a disfrutar plenamente de mi experiencia.
Lo único que me quedaba por cambiar era mi trabajo, con el que no estaba demasiado contento. No me costó mucho encontrar uno mejor, el listón tampoco lo tenía muy alto. En mi nuevo empleo ganaba lo mismo por menos horas y además tenía opción de hacer horas extra y poder ahorrar para viajar, salir y conocer.
Por el camino conocí a gente espectacular, amable, cuidadosa, hospitalaria… Hice amigos de todas partes, portugueses, italianos, australianos, griegos, polacos y, por supuesto, españoles.
Pude conocer la maravillosa ciudad de Londres que me dejó impactado. Grandísima, limpísima. El London Eye, el Big Ben, el Tower Bridge, Camdem Town… Cada rincón era impresionante.
También conocí Escocia, ya que allí vive un amigo de la infancia que me invitó a pasar unos días con él y su familia. Si tenéis oportunidad, debéis visitar ese lugar. Sus lagos, sus montañas, sus castillos… no dejan indiferente a nadie.
Hace un par de meses, mi familia me reclamaba en Villalba y por una serie de circustancias tuve que dejar Bristol y volver al nuestro querido pueblo que ya añoraba. Pero esto es solo un descanso, mi vida en el extranjero ha sido increíble.
Así que, de nuevo, espero impaciente a que acabe el verano para embarcarme en una nueva aventura de crecimiento personal, esta vez mi destino es el soñado: Escocia.
¡Feliz verano y nos vemos en “Villalbinos en Escocia”