Os presentamos el primer episodio de “Villalbinos por el Mundo”, un especial dedicado a todos los intrépidos villalbinos que, por un motivo u otro, han cruzado las fronteras de nuestro querido pueblo para descubrir otros rincones del planeta.
Nuestra primera invitada es un ejemplo de superación y valentía, una exploradora hecha a sí misma que ha tenido el valor de apostar por su sueño, y que hoy quiere compartirlo con todos nosotros: Sandra Buldón Vidal (Vidala).
De niña, desde el balcón de un cuarto piso en Honorio Lozano, veía el cerro de telégrafos e inventaba historias, fantaseaba culminarlo viviendo mil aventuras, me imaginaba allí. Cuando lanzaba la mirada un poco más allá, pensaba inescrutable aquella masa de roca de nombre desafiante, La Maliciosa.
Mis sueños profesionales variaban desde instructora de paracaidismo a reportera de documentales, y por un tiempo, casi me convencen con eso de que “no se vive de los sueños”, y que sólo hay una manera de hacer bien las cosas, siguiendo el camino marcado. Por suerte, alguna ventaja tiene ser cabezota…
El tiempo es un gran tesoro; nuestro paso por este mundo, demasiado efímero, y creo que ni viviendo varias vidas quedaría satisfecha de conocimientos y experiencias, por eso igual no me sorprendió querer dedicarme profesionalmente a los barrancos cuando hice la actividad por primera vez en Cangas de Onis, Asturias.
Una cosa más que me atraía, a la que no sabía cómo llegar, y que quedó postergada hasta reencontrarme con mis sueños casi una década después, donde, tras llegar a un punto de inflexión, abandoné una profesión como la de jardinería, en la que me había establecido desde los 16, y en la que había avanzado hasta liderar cuadrillas como capataz, me había especializado en las podas en altura y donde estaba a punto de lanzarme a la vida del autónomo, para estudiar el grado superior de Técnico en actividades físicas y animación deportiva en Las Canteras.
Tenía 25, y no sentía ninguna tentación de seguir subiendo peldaños en la dirección que iba, así que me tiré del barco, y a día de hoy, lo que parecía volver a empezar de cero, acabó siendo la rectificación a tiempo para seguir el camino de mis sueños, y así he caminado desde entonces, sin mirar más allá de un par de hojas de calendario, pero confiando en que cada paso, si está bien dado, te lleva en tu dirección.
Mientras estudiaba Tafad, entré a formar parte del grupo de rescate en montaña de Cruz Roja, en el Puerto de Navacerrada, donde grandes amantes de la montaña me enseñaron tantas cosas que no podría enumerar. En aquella época, también me empezó a picar el gusanillo de la escalada, asique todo comenzó a focalizarse; naturaleza, adrenalina y superación fue la mezcla estrella de la coctelera desde entonces.
La escalada es un deporte que te enseña a luchar contigo mismo, a superar los miedos y los límites que nos creamos. Hay momentos en los que solo escuchas tu respiración, concentrado en el siguiente movimiento, a 3, 30 o 300 metros del suelo, y es en esos momentos, cuando sólo existes tú, tu compañero de cordada, y ese hermoso hábitat que te rodea. A veces paso días, semanas o incluso meses a pie de pared, y esos momentos, en los que comes arroz cocinado a la lumbre, duermes refugiado en una cueva, y te sumerges en la fresca agua de un rio conteniendo la respiración, esos momentos en los que supuestamente no tienes nada, resulta que sientes que lo tienes todo, y esa sensación de plenitud y paz engancha.
Las cosas se disfrutan al máximo cuando las compartes con quien las vive igual de apasionadamente que tú, y esto me llevó a querer a toda costa mantenerme rodeada de gente con mis inquietudes, en zonas naturales donde poder practicar mis hobbies, por lo que me esforcé en ahorrar durante dos años para poder estudiar el Técnico deportivo de barrancos en Lléida, y esa misma temporada, tras llevar un año de nómada por los Pirineos Catalanes escalando como loca, me instalé en el hermoso Valle de Ordesa, en los pirineos Aragoneses, pero este trabajo dura lo que el calor, e igual que muchos trabajan con las temporadas de esquí, decidí probar suerte viajando en busca del verano…
Y así llegué a Chile. Me aventuré, y di un paso bastante arriesgado, al que ahora le debo el sentir que estoy viviendo el sueño de mi vida. Compré un pasaje de ida y vuelta, pero una vez más me demostré que no puedo planificar nada mas allá de dos hojas de calendario, y perdí la vuelta adrede, pues me ofrecieron trabajar en Perú y en Ecuador, y así rulé, viajé, improvisé y disfruté, hasta volver a la temporada de España para poder abrazar a los míos.
El querer siempre ir a más, me llevó a toparme con mi límite, hacer una cumbre de 5600 metros de altura en Perú, y darme cuenta que después de haber hecho la ascensión más dura de mi vida, no podía celebrarlo, porque aún no había llegado viva al coche… Me costó aceptarlo, pero después de tratar de coquetear varias veces con el verdadero alpinismo, el frio, el hielo y la altura, acepté que no tener en mis manos el control del riesgo, no me resultaba tan satisfactorio como esperaba. No descarto volver a practicarlo, pero me alegro de haber visto que no se va a convertir en pasión, porque así se acotan los objetivos.
Escalada deportiva y tradicional, paredes en las que tienes que dormir colgado en una repisa para hacer cumbre en varios días de escalada, descender barrancos buscando nuevas rutas posibles, expediciones por ríos de aguas espumosas subida en un bote o un kayak…
Y todo esto cambiando de escenario por los diferentes continentes, para sobretodo, poder compartir esas experiencias con gente de todos esos lugares, porque cuanto más viajo, más gente conozco llena de motivación y ganas de mejorar su pequeño cachito de mundo, gente grande que da lo mejor de sí misma, por la que te quitas el sombrero y de la que aprendes constantemente, porque tanto ellos, como cada persona que se cruza contigo en el camino, tiene algo que enseñarte, y eso, también engancha.
Mi día a día sé que volvería locos a muchos, el no tener nada claro respecto al futuro sobre todo, pero debo reconocer que me encanta mi trabajo. Llevar a grupos por escenarios idílicos, llenos de cascadas, toboganes naturales, saltos donde liberar adrenalina, y rápeles donde muchas veces trabajas más de psicólogo, pero me gusta, convencer a la gente de que superar sus miedos es un entrenamiento más para la vida, y que si pueden con eso, podrán con lo que quieran.
Al final no es más valiente quien no tiene miedo, sino quien a pesar de tenerlo, se enfrenta a él y lo supera. Y en definitiva, el barranquismo, es una actividad que te ayuda a conocer lugares que ni te imaginas tener tan cerca, de una manera emocionante, y a mi, como decía Gastón Rebbufat, como guía, me gusta mostrar a mis clientes mis barrancos como si de mi jardín se tratase, reviviendo la emoción de descubrirlos por primera vez, al ver mi reflejo iluminado en sus caras.
Ahora, de nuevo en Chile, desde mi casita de madera en las faldas del Volcán, debato con mi chico, kayakista y guía de rafting, dónde hacer las siguientes temporadas, con Utah, Colorado, Costa Rica, Suiza y Nueva Zelanda sobre la mesa. Con la incertidumbre del posible cambio de planes como factor sorpresa siempre presente…
Sé que en algún momento querré asentarme, y a menudo resulta duro echar de menos a los tuyos, pero hay que vivir lo que toca en cada momento, y solo espero seguir aprendiendo de la vida y recolectando historias que quién sabe si podré, ojalá, contar algún día a mis nietos.
4 Respuestas de “Villalbinos por el Mundo: Vidala #1”
Extraordinario Sandra, con tu relato, por unos momentos, es como si yo hubiese sido una gran aventurera. No dejes de contarnos por donde andas y como se afrontan y se superan nuestros miedos.
Increible. Estás loca Vidala, pero preciosa tu experiencia.
Increíble sobrina; visto el video estaría bien sacarle provecho como documentales para TV. Son de una calidad y enganche visual perfectos. Madera no os falta. Y la lectura de tu desarrollo personal sobre esta actividad me ha encantado. Adelante!!!
Ánimo guapa! Toda una lección de vida! Un besazo