Hoy nos ponemos en el lado opuesto de los villalbinos por el mundo: volver a casa. Para muchos algo difícil, pese a saber que volverán con los suyos. Para otros, sin embargo, volver a casa para quedarse después de una temporada expatriado es sentirse pletórico, creer que no hay nada imposible, llenar de aire los pulmones, relajado, sin dificultad para respirar. Es alegría, energía, un subidón constante. Son abrazos a destajo, fiestas continuadas de bienvenida y una placidez que atonta. Normalmente, cuanto mayor haya sido el tiempo fuera y la distancia, mayores serán estas sensaciones. O, al menos, esa es la sensación de nuestra @crispyterapias…
Y todo comienza cuando estaba en el instituto… con esas mil ganas de acabarlo, de salir, de irme de Villalba… “Qué ganas de tener los 18… y hacer lo que quiera”.
Esa idea de que Villalba apesta, que no te da opciones de crecer, de nada… sólo quería correr, me daba igual dónde. Y resulta que, años después, me he dado cuenta de que no… de que Villalba es mi casa, es donde me siento Yo. Pese a ser villalbina de adopción, ya que yo vine con 3 añitos de Extremadura; venga por el camino que venga, tren, bus, coche… según voy viendo las sierras que abrazan nuestro pueblo me siento más a gusto y con más ganas de estar en él.
La verdad es que vivimos en un sitio privilegiado de Madrid. Sin esa contaminación de la capital, con buena gente y todo relativamente muy cerca.
Volviendo a mis ganas inmensas de dejar Villalba, al acabar el instituto vi la puerta un poco más abierta, por fin la universidad, y probamos no muy lejos, en Segovia. No sé cual fue el motivo por el que no quise vivir allí… prefería ir y venir a “casa”, contradiciendo a las ganas que tenía de irme. El hecho de subir y bajar el puerto, viajes, idas, venidas… me activaba.
¿Cuál fue mi “no suerte”? Mi Erasmus era un poco “cerca” para las expectativas que yo tenía… irme lejos, a la Conchinchina un año, dos o los que fueran y vivir esa experiencia. Pero mi gozo en un pozo, Portugal era la única opción, vamos, al ladito de mi pueblo. Así que me apunte a becas y me salió una en Londres.
Londres es sin duda un lugar maravilloso, donde conocí gente increíble que me hablaron de sus países como Brasil, Alemania , Uruguay, Francia, América… mejoré mi inglés y fue allí donde me entraron más ganas, si cabe, de conocer más mundo. Estuve unos cuantos meses y me gustaba esa ciudad, me llamaba mucho la atención el Londres con niebla… siempre tan misterioso.
Dormía en un hostal muy céntrico en una habitación compartida con 12 personas, con sus rarezas, sus costumbres… tales como moqueta en el suelo del baño, no sabría deciros la de chanclas que me compré. Ahí empezó mi afición a comprar productos anti-chinches… tengo un imán para las camas chincheras por lo visto, en la habitación probé todas las camas y mi estado final antes de volar a Villalba era post-varicela, llena de granos.
Aluciné con la de comida y comida preparada que venden en los supermercados, con el acelerón de vida que llevan. Me gustaba pasar tardes en los museos y, sobre todo, la idea de que la mayoría de los museos fueran de carácter gratuito (lo que nos gusta las cosas gratis a los españoles), ¡qué gran idea para fomentar la cultura! Tener un pueblo que sabe, es muy valioso. Mi barrio favorito era, sin duda, Candem, con su carácter alternativo… y eso despertó algo en mí, que más tarde me hizo acabar en Berlín.
Al final de la diplomatura, y sin opción a Erasmus, decidí seguir estudiando, pero irme fuera. Mi etapa segoviana había terminado y, aunque vivía a caballo entre Segovia y Villalba, me fui una temporada a la capital, al barrio de La Latina, por el hecho de no estar en Villalba, me daba tanta pereza estar ahí… Pero me vino genial porque me di cuenta que Madrid en sí, me daba más.
Y así, sin ton ni son, empecé a hacer el grado y me dije; “otro año más aquí no…” Quería algo nuevo, y acabé en Berlín sin papa de alemán y sin conocer a nadie. Cogí dos maletas, un mapa, busqué un piso, y en dos meses desde que lo decidí, estaba aterrizando en Schönefeld.
Fui todo el camino con los ojos como platos mirando todo. Y allí me vi, acompañada por mi padre los cinco primeros días y luego… ¡Zas! Sola ante el peligro. Llevaba un par de contactos en la manga, me apunte a clases de alemán y así empecé a conocer gente, aunque los primeros meses fueron duros por el idioma, entre otras cosas, pero te encuentras con regalos que te da el universo en forma de personas que realmente hacen tu mundo más bonito.
En mi primer viaje a Villalba, de “visita” esta vez… fue donde me di cuenta que Villalba era mi casa, que viajar mola mucho y aprendes, te llenas y te cambia la forma de ver las cosas, pero que echaba de menos además de a mi familia, desde “la fregona” al “tomate frito”. Vivía en la zona más alternativa de Berlín, en el barrio de Kreuzberg, donde salir a la calle con un moñigo en la cabeza no hace que la gente gire la suya para mirarte, todo vale.
Una de las cosas que más me gusto de Alemania era su forma de aprovechar el sol, el calor. Y cosas que me impresionaron, desde ver gente descalza solo porque hacia solecito, a que amaneciera a media noche y a las 3 del medio día fuera noche cerrada. En cuanto a la noche berlinesa… no tengo nada que añadir, un sinfín de opciones y todas increíbles. Berlín es techno… y, para mi, el techno es vida. El clima de Berlín me fascina, cada vez que se despierta un día gris aquí, me entran ganas de Berlín, porque los grises, digan lo que digan, son geniales, traen días posteriores más brillantes. Al año y pico, y por motivos ajenos a querer quedarme, volvía a casa… triste pero con muchas ganas de volver.
Cinco años después de haber vuelto, haber viajado a un montón de países más (esta vez de visita) como Italia, Austria, Israel o Marruecos, conocido a gente estupenda, aprendido mil cosas y abierto mi mente a opciones que hace años ni barajaba… Me quedo en mi hogar, dulce hogar…
Porque volver es genial, porque aquí está mi gente, mis sierras, mis calles. Porque cuando te sientes parte de un sitio quieres echar raíces en él, y eso no significa no seguir conociendo más lugares, sino que una parte de este inmenso mundo tiene mi huella puesta, y esa parte es Villalba.
Hoy en día quiero forjar mi futuro aquí, crear algo grande y algo referente en mi “casa” y en ello estamos trabajando, para que dentro de unos años cuando mire atrás y me acuerde de las ganas que tenia de salir corriendo de aquí, piense en lo afortunada que fui al poder volver y decir que aunque he crecido dentro del rompecabezas que es la vida y el universo en sí, mi pieza encaja.
Y encaja aquí, en mi pueblo, en mi hogar… en Villalba.
1 Respuestas de “Volver a Casa”
Cuanta razón tienes. Y qué bonito es volver a casa a disfrutar de lo cotidiano, de tu gente… Gracias por compartir tu experiencia, no se otros, pero yo siempre sueño con el momento de volver, eso sí, como bien dices, primero hay que desquitarse.